Desde nuestro blog, comentamos términos relacionados con la salud psicológica que aparecen en los telediarios o las redes sociales, para despejar dudas o daros información bien fundamentada por si os sentís identificados con ellos. Hoy queremos hacerlo con la ASTENIA PRIMAVERAL.

¿Qué es?

Con el fin del invierno y la llegada del buen tiempo, junto con las alergias, todos los años llega un fenónemo denominado astenia primaveral. No es un trastornos psiquiátrico, sino una serie de sensaciones de fatiga y debilidad que se experimentan en esta época del año.

¿Cómo reconocerlo?

Los síntomas que se le asocian son: cansancio y somnolencia durante el día; falta de energía, alteraciones del sueño (sobre todo, se nota una dificultad para conciliarlo); irritabilidad, pérdida de apetito, ansiedad, dolores de cabeza; problemas de concentración; disminución del deseo sexual…Nos recuerda al polémico síndrome postvacacional, en el que también se presentan una serie de síntomas relacionados con el tener que adaptarse a cambios en las rutinas.

¿Qué lo provoca?

La astenia primaveral puede verse como un problema de adaptación a las nuevas condiciones de vida que causa el cambio de estación, es decir, hay más horas de luz solar, las temperaturas suben, nuestras rutinas cambian… Hay que tener en cuenta que, durante el invierno, llevamos por lo general una vida menos activa, con un ocio diferente (menos al aire libre…). Además, adelantamos una hora nuestros relojes, por lo que también nuestros hábitos de alimentación y sueño se ven alterados. Hay hipótesis, pero no respaldadas por toda la comunidad científica, que la relacionan con un cambio a nivel hormonal, en el hipotálamo (glándula que regula temperaturas, la sed, el apetito, la vigilia…) hay un descenso de los niveles hormonales que provocan esa sensación de decaimiento.

Pautas que pueden minimizarlo

Sí hay una serie de medidas que pueden ayudarnos a minimizar los efectos en nuestro organismo:

  • Anticiparse al cambio horario, cambiar la rutina de forma gradual, antes de que este se produzca y adecuar horarios de comida y sueño, poco a poco.
  • Ejercicio físico, siempre es una buena idea la práctica de deporte, pero en estos momentos ayuda especialmente a regular el estrés y a facilitar la conciliación del sueño.
  • La alimentación es interesante adaptarla a las nuevas condiciones ambientales (más frutas y verduras, disminución de alimentos altos en calorías…)
  • Beber agua de manera que mantengamos una correcta hidratación, interesante sobre todo en ambientes cálidos.
  • Cuidar las rutinas de sueño, mantener las horas de descanso estables.
  • OJO con recurrir a las vitaminas, para intentar recuperar fuerzas o ánimos, estas no son necesarias salvo que un médico las recete.

Aún con todo, queremos dejar claro que, por lo general, no es un problema grave, que se resuelve por sí mismo pasado un tiempo, en el que nos adaptamos a esos cambios de los que hemos hablado. Si los síntomas persisten en el tiempo, probablemente se trate de otro problema por el que sí es preferible que nos consultes.

Elena Suárez Fernández

Coleg nº gz-1738