¿Quién, llegado septiembre o iniciando enero, no se ha hecho el firme propósito de mejorar sus hábitos de vida, intentar que estos sean más saludables en cuanto a alimentación, ejercicios físico, cultivar aspectos más intelectuales… ? Y la pregunta con más interés ¿quién puede decir, pasados uno o dos meses que sigue adelante con esos hábitos?

Decidir apuntarse a clases de idiomas, practicar algún deporte, acudir todas las semanas al gimnasio, instaurar dietas más saludables…son decisiones que pueden mejorar nuestra vida. De hecho, en consulta, solemos promover este tipo de iniciativas, puesto que pueden ayudar a reducir niveles de ansiedad, ayudar a mejorar el estado de ánimo y la autoestima, favorecer las relaciones sociales… colaborando así con muchos objetivos que nos marcamos dentro de las terapias. No son la panacea, pero son aliados inmejorables de la mejora psicológica de muchos de nuestros pacientes.

Entonces, si ya sabemos que estos hábitos son buenos para nosotros, ¿por qué a veces nos cuesta tanto incorporarlos a nuestra vida? Un hábito es costumbre o rutina adquirida a base de repetirla regularmente, con lo que los obstáculos pueden venir del momento de iniciar dicho hábito y el momento de mantenerlo. Hay personas a las que le cuesta “arrancar”, piensan, divagan, incluso a veces se informan acerca de las cosas, pero no pasan a la acción. Mientras tanto, hay otras que, unos días después de dar el paso abandonan y dejan de lado esa actividad.

1.Encontrar un porqué, o un para qué

Así pues, en un primer momento toca dar el paso y para ello es importante encontrar una buena motivación, buenas razones que muevan a llevar a cabo el cambio, ya que supone un esfuerzo y esperamos una compensación. Por eso, si aparte de lo saludable que pueda ser realizar ejercicio físico, por ejemplo, podemos conocer gente apuntándonos a un grupo de montaña o de baile puede resultarnos más atractivo que empezar a correr en solitario. Aunque para otros, el correr, tratando de superar marcas y apuntarse a carreras organizadas, les puede gustar más. Cada persona es un mundo, así que nos toca usar el conocimiento que tenemos de nosotros mismos para decidir.

2. No tener prisa por abarcar demasiado

Es preferible empezar poco a poco y continuar con el empuje que puede darnos el ir consiguiendo avances. Conviene no ser muy ambicios@s, es decir, empezar por uno o dos hábitos, cuando los tengamos adquiridos, podemos plantearnos ampliar nuestras metas. El esfuerzo de cambiar demasiadas cosas a la vez, puede hacer que la determinación inicial decaiga pronto.

3. Preparar lo necesario antes de comenzar

Trataremos de establecer un plan, definir los hábitos a implantar muy bien, es decir, qué vamos a hacer, cuándo y durante cuanto tiempo, preparando lo que necesitemos para llevarlos a cabo (lugar, accesorios…). Así evitaremos que interfieran con otras actividades o que los dejemos de lado porque nos falte algún material. Pensar y planear de antemano evitará que nos encontremos con problemillas que podamos usar como excusa para no continuar con nuestros nuevos hábitos.

4. Controlar los avances y premiarse!

No hay que olvidar, que para instaurar un hábito, hay que repetirlo, de tal manera que pase a ser una conducta automatizada. Así que es útil estar pendiente de nuestros avances, ir controlando poco a poco los cambios que vamos haciendo y premiarnos si vemos que nuestros esfuerzos van dando su fruto. Eso sí, ojo a los premios, que no seríamos los primeros que entienden premio por algo que va en contra de el buen hábito que estamos intentando adquirir . Si estamos cambiando nuestra dieta por otra más saludable y nos premiamos con comida basura…algo estamos planteando mal.

Así pues, os animamos para dar el salto y convertir en realidad ese buen propósito que tengáis en mente y que perdure en el tiempo. Y si no podéis vosotr@s sol@s, no dudéis en pedirnos ayuda.

Elena Suárez Fernández
nºcoleg: gz-01738