El miedo es una emoción básica del cuerpo, útil para el ser humano, puesto que nos prepara para responder ante determinadas situaciones que pueden ser peligrosas. Esta emoción la vivimos como negativa, puesto que nos resulta desagradable pero si no tuviéramos miedo, nuestra especie no hubiera sobrevivido hasta nuestros días. Que el miedo pueda resultarnos útil en ocasiones, no quiere decir que lo sea siempre. Muy al contrario, hay ocasiones en las que el miedo lo que logra es generarnos problemas en nuestras vidas.

            El miedo se genera en nosotros cuando percibimos algún peligro, esto es, ese peligro no ha de ser real, sino sólo es necesario que nosotros creamos o sintamos que lo es. Por ejemplo, cuando vemos una película de terror, sabemos que es ficción, pero nuestro cuerpo reacciona como si fuera una situación real, la respuesta que se genera en nosotros es la misma: se acelera el metabolismo celular, aumenta la presión arterial, la glucosa en sangre y la actividad cerebral. Las funciones no esenciales se detienen, la sangre fluye a los músculos largos del cuerpo ( para preparar la huida) y el corazón bombea sangre a mayor velocidad, secretando más adrenalina.

            Como pasa con las películas de terror, los seres humanos, a veces, buscamos despertar en nosotros esa emoción (lo mismo pasa con el puenting, tirarse en paracaídas, las montañas rusas…), esto es, lo vivimos como positivo, pero en muchos casos lo que hacemos es evitar esos estímulos que nos provocan miedo, para intentar protegernos. Hemos dicho ya, que no hace falta un peligro real o vital, sino solo situaciones que percibimos como amenazas y pueden ser actividades del día a día, cosas cotidianas… y es entonces cuando el miedo puede convertirse en un problema puesto que interfiere con nuestro normal funcionamiento, cuando el miedo es tan intenso que nos lleva a evitar situaciones, actividades, sitios, incluso otras emociones.

            Es ahí cuando las personas suelen consultarnos y cuando la terapia psicológica tiene sentido, es decir, cuando tememos tanto a ciertas cosas que no podemos desarrollar nuestra vida como nos gustaría a causa de ese miedo. Hemos leído en el periódico, noticias acerca de cantantes que tienen miedo a los escenarios, que incluso tienen que hacer parones en sus carreras para intentar solucionarlo. Hay personas que tienen miedo a las alturas, a los ascensores, a conducir, a las multitudes, a hablar en público, a la muerte, las enfermedades, a enamorarse…. Todos tenemos miedos, pero hemos de analizar el grado en que esos miedos nos generan interferencia en nuestro bienestar personal.

            Como ya hemos comentado, el miedo evoca una respuesta de alejamiento, de evitación y esta respuesta es eficaz a corto plazo porque una vez yo me alejo de lo que me asusta, estoy bien. Pero,¿qué pasa a largo plazo? a medida que pasa el tiempo y no me enfrento a lo que me da miedo, el miedo CRECE y cada vez se arraiga en nosotros. Nuestra cabeza no lo olvida, sabe que ahí al algo temible (para nosotros) y que no sentimos capaces de enfrentar. La idea de encontrarnos en esa situación, cada vez es más temible y, en muchas ocasiones, puede llegar a limitar de un modo muy significativo nuestra vida.

            ¿Qué podemos hacer para vencer el miedo? Lo primero de todo hay que reconocer y expresar el miedo, ver qué nos asusta y por qué. En ocasiones puede ser tarea difícil porque no siempre se trata de miedos concretos (animales, alturas….) toca a prender a ver la situación de un modo lógico, sin sobredimensionar los peligros que para nosotros puede tener.

            A continuación, hemos de enfrentar ese miedo. Hemos de exponernos a lo que tememos, con la ayuda de la racionalización anterior. Esta exposición puede llevarse a cabo de una manera gradual o de una forma un poco más intensa. Hemos comentado que el miedo tiene una respuesta fisiológica, unos síntomas desagradables (que en ocasiones son los que se convierten en lo que genera el miedo) que aparecerán en esas situaciones y con ellos hemos de aprender a lidiar.

            Para dar estos pasos, estar bien asesorado por un psicólogo ayudará a que sepamos a qué nos enfrentamos, qué obstáculos podemos encontrarnos en el camino y cómo salvarlos.

 

El miedo no es una buena razón para dejar de lado nuestros objetivos, puesto que los miedos pueden vencerse