Se puede definir el enfado como: “Sentimiento de disgusto y mala disposición hacia una persona o cosa, generalmente a causa de algo que contraría o perjudica”.

El enfado es una emoción que solemos manifestar cuando algo no sale como esperamos, relacionado con nuestro entorno, otras personas o nosotr@s mism@s. Tod@s hemos experimentado el enfado muchas veces, no siempre con la misma intensidad y lo expresamos de diferentes formas. Hay personas que se enfadan muy fácilmente y otras que no, es la variabilidad interpersonal y también sabemos que hay veces que algo nos enfada mucho y, en otro momento, eso mismo, no nos molesta ni lo más mínimo, esto es la variabilidad intrapersonal. Este segundo tipo de variabilidad es la que nos interesa, saber que somos nosotros los que podemos controlar el punto hasta el que dejamos que llegue nuestro enfado y la manera de demostrarlo.

Que lo que nos rodea nos influye es algo que ya se sabe, pero creo que es importante decidir que no nos determina, es decir, que algo puede salirnos mal, podemos cometer algún error, alguien puede fallarnos…y tenemos todo el derecho a enfadarnos, pero hemos de saber controlar que todo eso no nos lleve a un estado de ánimo excesivamente negativo que nos pueda traer malas consecuencias. Para lograrlo podemos hacer varias cosas:

Aprender a notar cuándo mi cuerpo empieza a enfadarse

El enfado conlleva cambios a nivel fisiológico (aumenta nuestra frecuencia cardiaca, la tensión arterial, aumentamos la secreción de hormonas como la adrenalina y noradrenalina…) así, aunque nos parezca que el enfado es algo inmediato, en la mayoría de las ocasiones, nuestro cuerpo nos va avisando. Si aprendemos a estar pendientes de estos cambios, podemos estar preparados y ver que nuestro semáforo interno cambia de verde a ámbar y podemos evitar que pase al rojo.

Respirar

Sí, ya sé que todos los seres humanos respiramos, pero me refiero a hacer una respiración que nos ayude a bajar esta activación de la que hablábamos antes. Las técnicas de respiración son muy sencillas de aprender y realmente útiles. Bajan la activación de nuestro sistema nervioso y pueden permitirnos cierta tranquilidad y calma para poder pensar acerca de la situación que nos enfada.

Cambiar la perspectiva

Como decía al principio, el enfado surge cuando algo no sale según nuestras expectativas, por lo que cambiar el modo en el que vemos lo que nos está pasando, puede ser la clave para resolver la situación. Saber qué es lo que me está enfadando y tratar de analizarlo lo más objetivamente posible. Cuidar las palabras con las que pensamos acerca de lo que nos sucede, la intensidad del lenguaje… nos ayudará a rebajar el impacto de lo que nos haya pasado. Dejar de lado “horrible”, “tremendo”, “nunca”, “siempre”…

Además, sería interesante recordar que:

  • Las cosas son como son, no como yo creo que “deberían” ser. Además, no siempre está en nuestra mano el cambiarlas y, a veces, sólo nos queda aceptarlas tal y como son.

  • No todas las personas piensan del mismo modo en el que yo lo hago, aunque lo que yo piense, para mí tiene la máxima lógica. Es más, puede resultar enriquecedor el ver esos otros puntos de vista.

Dialogar adecuadamente

Es muy habitual en estos casos el “calentarnos” suponiendo malas intenciones en la persona que nos habla y echar más leña al fuego, respondiendo para no quedarnos atrás. Ante una discusión, trataremos de escuchar lo que nos dicen y responder de la forma más calmada posible, en lugar de interpretar lo que se escucha como un ataque y, a su vez, contraatacar con nuestras palabras.

Solución de Problemas

El enfado nos desvía, a veces, de lo que es más interesante para nosotros y simplemente descargamos la emoción en lugar de cambiar lo que no va bien. A veces, los enfados provienen de situaciones sin resolver, si nos tomamos el tiempo necesario para analizar las posibilidades que tenemos para afrontar la situación y darle alguna salida, nuestro enfado se va disipando. En lugar de seguir en esa espiral, trataremos de ver ¿qué me enfada? ¿Qué puedo hacer para cambiarlo?

Stop!

Si vemos que la reacción de nuestro cuerpo va a desbordarse (porque no se han aplicado los puntos anteriores, por las razones que sea), lo mejor es PARAR y tratar de hacer algo para alejarme de la situación en la que nuestro enfado está saliéndose de la gráfica. Esto nos permitirá coger distancia de lo que nos abruma y poder “enfriarnos”. Lo ideal es valorar la situación desde una perspectiva más tranquila y tratar de encontrar la respuesta más adecuada.

Así pues, os animamos a intentar aprender a controlar vuestro enfado siguiendo estas pautas, para que no sea el enfado el que os controle a vosotros y, si no podéis vosotr@s sol@s, no dudéis en pedirnos ayuda.

Elena Suárez Fernández

nºcoleg: gz-01738