Siempre han existido las rupturas de pareja. Lo que comenzó con gran ilusión y esperanzas de un futuro eterno, se acabó, y es en ese momento cuando debemos olvidar un pasado de planes juntos y reorganizar nuestra vida sin pareja.

Antes de la era de Internet, este paso era más sencillo, aunque no fácil de dar. Quedabas con tu pareja, le comunicabas la decisión que habías tomado y cada uno se iba por su lado convertidos ya en expareja. Guardabamos, rompíamos o quemabamos aquellas fotos de un pasado feliz y nos centrábamos en recuperarnos emocionalmente, pero, ¿Qué ocurre en la actualidad?

Hoy día estamos continuamente conectados a Internet y subimos toda nuestra vida a Facebook, Instagram, Periscope, Snapchat,… con lo que las rupturas ya no son tan sencillas. ¿Qué hacemos con todos esos perfiles? Si borramos la amistad de nuestro ex damos carpetazo a una posible reconciliación, ya que hoy día es sinónimo de no me importas, si dejamos la amistad virtual es fácil que nos metamos a ver sus estados y nos hagamos una película con las fotos de fiestas y frases prefabricadas que suben o le dan un like.

Este comportamiento logra que no seamos capaces de encauzarnos nuevamente y tan rápido, que no menos doloroso, como antes ya que es posible que esas frases las tomemos como indirectas y las fiestas como mensajes de estoy bien, te he olvidado, ahora estoy mejor sin ti,…  y sigamos enganchados a esa persona en lugar de dejarla ir.

Si al final logramos armarnos de valentía, admitir que no podemos ser amigos y que la relación terminó y borramos su amistad de todas la redes sociales, es muy probable que tengamos agregados a sus amigos o familiares ¿Qué hacemos con ellos?

Borrarles suele parecernos mal por el que dirán, si nos llevamos bien, no tienen la culpa,… pero dejarles significa seguir viendo la vida de nuestra ex pareja en cada me gusta de foto o mención, con lo que volvemos al punto de partida, y el esfuerzo empleado en borrar a esa persona de todas las redes sociales, no será tan efectivo como esperábamos.

Esto me lleva a pensar que tenemos dos opciones, o rebajamos el uso de las redes sociales para protegernos en caso de ruptura, o asimilamos que en la era digital es casi imposible librarnos de nuestros ex.